22 noviembre 2023

“Nada volverá a ser lo mismo”: la oposición vecinal a las nuevas minas recorre Europa

Paulo Pena
Paulo Pena
Las comunidades locales afectadas, desde Kiruna en Suecia a Terras do Barroso en Portugal, temen no beneficiarse de la gran apuesta de Bruselas por las materias primas críticas.
La minería es una actividad controvertida. Y se trata solo del primer y menos valioso paso necesario para fabricar las turbinas eólicas o los teléfonos inteligentes que dependen de las llamadas materias primas críticas. Antes de poder utilizar los minerales excavados, hay que refinarlos. Luego llega la producción –por ejemplo en fábricas de baterías de litio para coches eléctricos–, que es la fase donde está el mayor valor de la cadena. En toda Europa, la oposición a las nuevas minas previstas se alimenta de múltiples preocupaciones, entre las que destaca una: que después de todo el proceso no habrá beneficios para las comunidades locales.

"Nos preocupa mucho que la UE vea el norte de Suecia, Finlandia y Noruega como zonas inexploradas que hay que colonizar, industrializar y con gran potencial para todo tipo de explotación en nombre de esta transición verde", lamenta Håkan Jonsson en Kiruna, la ciudad más septentrional de Suecia. Jonsson es presidente del Parlamento Sami de Suecia.

La misma sensación se vive 4.500 kilómetros al suroeste, donde Carla Gomes, analista de datos y activista local, también teme que el futuro Reglamento de Materias Primas Críticas lleve a la explotación de su pueblo en Terras do Barroso, una zona protegida del norte de Portugal. "Creo que la minería podría justificarse si se tratara de una cadena de valor que realmente beneficiara al país, a la Unión Europea y al mundo en general", sostiene Gomes. Pero, en su opinión, no es el caso: "Estamos planeando minas para salvar la industria del automóvil, por supuesto, pero también para mantener las cosas como están. No habrá transición".

La transición verde, o "transición negra" como prefiere llamarla Jonsson, depende de la extracción masiva de minerales. Kiruna tiene posiblemente el mayor yacimiento de tierras raras de Europa. Las verdes montañas de Portugal, que Gomes quiere mantener intactas, albergan las mayores reservas de litio conocidas en Europa. Estas dos comunidades están ahora en el centro de la fiebre europea por los minerales, y de sus debates geopolíticos.

Europa quiere volver a explotar sus minas y reducir su profunda dependencia de China, que hoy suministra y procesa la mayoría de las materias primas críticas del mundo. El reglamento europeo podría ser aprobado por Bruselas en cuestión de semanas y desencadenar decenas de debates locales similares sobre nuevas minas en todo el continente. Tras décadas de globalización que externalizaron esta industria, estamos ante un escenario nuevo.

Por eso Jonsson y Gomes rechazan la idea de que estemos ante lo que se conoce como el efecto Nimby (iniciales en inglés de “not in my backyard”, que podría traducirse como “no en mi patio trasero”). Simplemente rechazan la necesidad de extraer recursos finitos de la tierra y, en su lugar, exigen una estrategia económica radicalmente distinta.

Terras do Barroso, donde este año se autorizaron dos minas de litio, es uno de los ocho "sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial" reconocidos por Naciones Unidas en el continente europeo. "Una vez que esa región, esas montañas, se conviertan en minas, nunca volverán a ser montañas. Nada volverá a ser lo mismo", lamenta Gomes.

En las tierras sami donde se construyó Kiruna en el siglo XIX para extraer mineral de hierro, el plan para explotar tierras raras no es más que otro capítulo de la historia. "Han secado lagos donde solíamos pescar. Nos han quitado las zonas donde pastaban nuestros renos desde siempre. Hemos tenido que abandonar nuestras aldeas", explica Karin Kvarfordt Niia, portavoz local sami. "Han sido 130 años de usurpación de nuestra naturaleza".
Karin Kvarfordt Niia, portavoz de las comunidades sami.Lars-Ola Marakatt.

Incluso las fuentes favorables a la minería admiten que es una actividad económica industrial pesada y potencialmente contaminante, aunque subrayan que es necesaria para mantener nuestro actual nivel de vida y que se puede realizar de forma sostenible.

Carla Gomes rechaza la etiqueta Nimby. "Sí, obviamente tenemos un interés muy claro en que no se construya una mina a 500 metros de nuestro pueblo. Es un interés con el que creo que todo el mundo puede identificarse. Pero no sólo decimos que no queremos una mina en Covas de Barroso. Las minas ya no solucionan el problema. Hasta ahora ha sido la explotación desenfrenada de los combustibles fósiles, hasta que se agotan, y ahora sería la explotación de todo el litio que existe hasta que se agote. ¿Qué vamos a explotar después?".

El 85% de la riqueza generada por el litio se concentra en la producción de baterías, según Artur Patuleia, investigador principal sobre energía y clima de E3G, un think tank internacional. Si el Estado portugués invirtiera en toda la cadena de valor vinculada a la proyectada mina de Terras do Barroso, el potencial económico sería enorme, según un estudio de E3G. Una gigafábrica de baterías podría suministrar unas tres veces la cantidad anual de la planta de montaje de Volkswagen cerca de Lisboa, que representa el 1,5% del PIB de Portugal.

Por el contrario, según Patuleia, apostar solo por las partes más baratas de la cadena de valor, como la exportación del litio extraído y refinado, generará casi ocho veces menos valor y una fracción de los puestos de trabajo.

El problema es que no hay políticas nacionales ni europeas que hagan posible la opción de la cadena de valor completa. La UE cuenta con que cada Estado miembro tenga capacidad presupuestaria para invertir. Portugal, que sigue luchando contra la crisis financiera de 2008, no tiene dinero suficiente. Patuleia cree que el nuevo impulso de la UE a la minería "favorece implícitamente" a las naciones más ricas. Por eso entiende la "desconfianza" de las comunidades locales hacia la minería: "Ven el daño potencial, pero no ven los beneficios".

Existe un "interés de la UE por desarrollar localmente la cadena de valor de las materias primas", asegura Margrethe Vestager, vicepresidenta de la Comisión Europea. Pero el proyecto de reglamento no incluye ni una sola referencia al respecto, e incluso en los casos en que los permisos se conceden con la condición de una cadena de valor completa, ésta puede resultar esquiva.

Los planes presentados en 2006 al Gobierno griego por Hellas Gold, empresa ahora propiedad de la minera canadiense Eldorado Gold, preveían la producción local de metales de oro y cobre a partir de las minas de Kassandra, en el norte de Grecia. En 2019, tras más de una década de promesas incumplidas, la empresa afirmó que había que cambiar el plan de inversión. Consiguió imponer un nuevo acuerdo que hacía opcional la metalurgia. Mientras los planes de extracción de metales se dibujan y redibujan perpetuamente, la empresa exporta concentrados de plomo, zinc y oro a los mercados mundiales, alejando de Europa los pasos más importantes de la cadena de valor.

Incluso en el mejor de los casos, en el que la producción de oro en condiciones ecológicamente aceptables se establezca en el país, no hay planes para la fundición de cobre, según admitió la empresa a Investigate Europe. Por lo que respecta al cobre, incluido en la lista europea de materias primas críticas, sólo se prevén exportaciones.
La mina griega de Kassandra.

Sin embargo, Bruselas está firmando acuerdos sobre materias primas con terceros países prometiéndoles lo que no puede conseguir en casa. Chile, por ejemplo, es uno de los mayores proveedores mundiales de litio. La UE depende de él para cerca del 80% de sus importaciones. Hasta ahora, este negocio era sencillo y estaba alejado de Europa. Chile tenía las minas, China refinaba el litio y la industria automovilística europea lo utilizaba para fabricar vehículos eléctricos.

En un documento de una reunión del Consejo Europeo de marzo de 2023, los Estados miembros apoyaron memorandos de entendimiento con Argentina y Chile sobre materias primas críticas. A diferencia de ocasiones anteriores, la UE aseguró que los beneficios debían incluir "la creación de valor añadido local" para los países productores.

En junio, el Consejo publicó un nuevo marco sobre materias primas críticas, en el que se afirma que los acuerdos con terceros países "deben ser mutuamente beneficiosos para la Unión y el tercer país implicado y añadir valor en ese país".

Este giro del "eurocentrismo" es justificable: los países del Sur Global llevan mucho tiempo sufriendo la extracción y la destrucción medioambiental sin compensación alguna.

Celine Tshizena Pegasus es abogada congoleña y miembro de Afrewatch, un organismo de vigilancia de los recursos naturales. Sus argumentos son similares a los de Carla Gomes en el norte de Portugal: "El cobalto congoleño se procesa en otros países, lo que no puede formar parte de una transición justa, ya que crea pobreza en el Sur Global. Es muy importante que África no sea vista como un continente donde se pueden extraer minerales en bruto para crear valor añadido en otros lugares".

Enclavadas entre las altas cumbres de los Alpes piamonteses, en el norte de Italia, hay minas de cobalto cerradas y abandonadas. "El apogeo de la minería se produjo en el siglo XVIII, cuando el cobalto extraído se utilizaba para teñir de azul telas y cerámicas", explica Claudio Balagna, del museo minero de Usseglio.

Usseglio es uno de los dos pueblos de montaña implicados en un nuevo proyecto minero, Punta Corna. Atraída por la creciente demanda de cobalto, necesario para las baterías de los coches eléctricos, la empresa australiana Altamin obtuvo allí sus primeros permisos de exploración en 2018.

Muchos en Usseglio esperan que la extracción pueda comenzar pronto. Creen que la mina traerá empleo y atraerá a trabajadores jóvenes a una comunidad cada vez más envejecida y despoblada. "Vienes a mi casa y te llevas algo que es mío. Así que es justo que me pagues por ello", argumenta el concejal de Medio Ambiente de Usseglio, Giuseppe Bona, refiriéndose a la posibilidad de que el municipio obtenga un canon por la explotación de las minas.

En el cercano pueblo de Balme prevalece el sentimiento contrario. El Ayuntamiento está en contra de "cualquier investigación y exploración minera". Una resolución de 2020 reclamaba una asamblea pública para informar a los residentes "sobre los efectos y el impacto que el proyecto podría tener en la vida de los valles y su destino socioeconómico".

El alcalde de Balme, Giovanni Castagneri, es claro en su postura: "Sin duda requiere mano de obra cualificada, de la que no disponemos. Además, el transporte de estos materiales se realizaría por carreteras estrechas y peligrosas, lo que también crearía problemas de acceso turístico, que es lo que caracteriza a nuestra zona". Teme que una mina contamine también los acuíferos de agua mineral de la región, esenciales para las empresas embotelladoras, que son grandes empleadoras.

"Las empresas mineras tienen mucho más poder que las administraciones locales", afirma Alberto Valz Gris, geógrafo de la Universidad Politécnica de Turín, que advierte sobre los recursos económicos, el personal y los conocimientos técnicos que se necesitan en estos procesos, y de los que carecen los pequeños municipios.

En este aspecto, puede que Europa no sea tan diferente del Sur Global.
El concejal de medio ambiente de Usseglio, Giuseppe Bona. Lorenzo Buzzoni.

Es un error pensar que más minería en Europa significará menos minería en el Sur Global, opina Adriana Espinosa, de la ONG Amigos de la Tierra en España, que rechaza nuevos proyectos mineros en el país: "Lo que se busca es incrementar la extracción en Europa y también la importación de países del Sur Global de forma más diversa, para reducir la dependencia de China".

La normativa europea sobre protección del medio ambiente y derechos laborales es más estricta que las leyes nacionales de otros lugares, reconoce Espinosa. Pero eso es sobre el papel. "Las empresas incumplen de forma sistemática la legislación medioambiental", denuncia.

"¿Necesitamos abrir nuevas minas? Lo que realmente necesitamos para empezar son las cuentas, que de momento no existen. No se ha calculado la demanda de minerales asociada a las políticas de transición energética en España", asegura Espinosa.

La comisaria europea Margrethe Vestager se hace eco de este punto: "No podemos seguir como estamos. No podemos coger todos los coches diésel o de gasolina y cambiarlos por un vehículo eléctrico. Porque ahora mismo estamos viviendo muy por encima de nuestras posibilidades planetarias. Simplemente no es posible seguir así".

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Con información de Lorenzo BuzzoniMaria MaggioreMarta PortocarreroManuel RicoEurydice Bersi (Reporters United) y Maren Sæbø.

Edición: Ingeborg Eliassen y Chris Matthews.

Este trabajo ha contado con el apoyo de la Beca de Investigación para Periodismo Medioambiental del Journalismfund Europe.

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