Preguntas y respuestas: ¿Por qué preocuparse por los pesticidas?

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Joanna Kopacka || ""
Joanna Kopacka
Ingeborg Eliassen || ""
Ingeborg Eliassen
Manuel Rico || ""
Manuel Rico
26 junio 2022
Nueve respuestas a las preguntas clave sobre el uso de pesticidas, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria y el poder de los grupos de presión del complejo agroalimentario.
La agricultura actual depende en gran medida de los pesticidas. Esto conducirá a un colapso ecológico, advierten los científicos. La ciencia demuestra que ya hemos entrado en una fase de extinción masiva de determinadas especies animales que sólo podrá detenerse si el mundo se vuelve más ecológico y encuentra formas más sostenibles de alimentar a la población. Los políticos europeos se pelean ahora por lo estrictas que deben ser las nuevas normas. 

Este artículo forma parte de una amplia investigación sobre el tema realizada por Investigate Europe, en la que infoLibre participa como único medio español. Busca dar respuesta a las preguntas clave sobre el uso de pesticidas, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria y el poder de los grupos de presión.

1) ¿Para qué se utilizan los plaguicidas y por qué?

Las plantas alimenticias siempre han necesitado estar protegidas contra las enfermedades, las plagas y los organismos nocivos: insectos, malas hierbas, hongos, bacterias y otros. Históricamente, los agricultores utilizaban ingredientes naturales para combatirlos. Pero con el crecimiento de la población mundial y el auge de la agricultura a escala industrial, las sustancias que podían repeler las plagas, regular el crecimiento y producir altos rendimientos se hicieron cada vez más indispensables. Los pesticidas químicos y sintéticos ofrecían una solución fácil.

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), entre el 20% y el 40% de los cultivos se pierden cada año por culpa de las malas hierbas, las plagas y las enfermedades de las plantas. Los gigantes de la industria afirman que sin productos fitosanitarios –plaguicidas– sería "el doble".

En 20 años, el mercado internacional de plaguicidas agrícolas se ha duplicado, hasta alcanzar unos 52.000 millones de euros en 2019. Los 12.000 millones de euros de ventas de plaguicidas en Europa ese mismo año suponen casi una cuarta parte. A medida que las plantas y las plagas desarrollan resistencia a los plaguicidas, muchos agricultores aumentan su uso para asegurar la misma producción. Presionados por los precios industriales y las subvenciones agrícolas de la UE diseñadas para la producción en masa, muchos de ellos dependen de los herbicidas, insecticidas, rodenticidas y fungicidas. Se encuentran atrapados, como explica la organización Foodwatch en su reciente informe sobre cómo el actual sistema agrícola mantiene a los agricultores en patrones económica y ambientalmente insostenibles.

2) ¿Por qué deberían preocuparme los pesticidas? 

Sufrimos una crisis de biodiversidad. Las especies se extinguen a un ritmo alarmante, más rápido de lo que lo han hecho en 65 millones de años, desde que el meteorito acabó con los dinosaurios. El sistema alimentario mundial tiene una parte de la culpa. Este sistema promueve los monocultivos y depende de los fertilizantes y pesticidas, que contaminan el suelo, la vegetación y pueden permanecer en las fuentes de agua durante mucho tiempo o para siempre.

Además de matar insectos, malas hierbas y roedores, los pesticidas pueden sertóxicos para muchos organismos huéspedes, como los insectos polinizadores y del suelo, las aves y los peces. Sin polinizadores, advierten los científicos, la agricultura moderna es extremadamente vulnerable a la crisis climática. Hasta el 75% de los 115 principales cultivos alimentarios dependen de la polinización animal, incluidos los alimentos ricos en nutrientes. El círculo vicioso continúa, ya que la agricultura intensiva es en sí misma una fuente importante de emisiones contaminantes del clima, ya que representa un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

También existe una controversia permanente sobre los peligros que los plaguicidas suponen para la salud humana, ejemplificada sobre todo por el caso de un herbicida llamado glifosato. Este herbicida, uno de los más utilizados en Europa y en todo el mundo, ha sido declarado "probablemente" cancerígeno por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta conclusión la rechazan tanto la industria como diversas agencias de la Unión Europea.

3) ¿Cómo afecta exactamente el uso de plaguicidas a la vida natural?

Los plaguicidas están diseñados para ser tóxicos para todos los organismos que no sean el cultivo, incluidos los insectos y polinizadores. Un estudio publicado en 2017 sobre áreas protegidas en Alemania documentó una pérdida del 75% en la población de insectos en 27 años. En el Reino Unido, los cálculos estiman  un 58% de disminución en 17 años. 

Las abejas, al recoger el néctar o el polen y el agua, pueden absorber residuos de pesticidas. Los apicultores han observado pérdidas masivas de colmenas y un debilitamiento inusual del número de abejas en los últimos 15 años, especialmente en los países de Europa Occidental: Francia, Bélgica, Suiza, Alemania, Reino Unido, Países Bajos, Italia y España. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) cita la agricultura intensiva y el uso de plaguicidas como dos probables factores causantes de este hecho.

El uso de insecticidas también afecta a las poblaciones de aves de toda Europa, alterando sus cadenas alimentarias y su capacidad para alimentar a las crías. Las aves de tierras agrícolas son las que más están disminuyendo. Las poblaciones de aves de granja en la UE disminuyeron un 17,4% entre 2005 y 2020. Las mismas especies se encuentran mucho mejor cuando viven en las ciudades, explicó a Investigate Europe Ariel Brunner, de Bird Life International. "Esto nos demuestra que es indiscutible que son nuestros sistemas agrícolas los que las matan. Las tierras agrícolas se están convirtiendo en páramos ecológicos".

4) ¿Acaso no necesitamos los pesticidas para una producción estable de alimentos y para la seguridad alimentaria?

La respuesta no es blanco o negro. Algunos estudios (en parte financiados por la industria) predicen una reducción significativa del rendimiento de los cultivos –entre un 10 y un 20%– tras la reducción en el uso de plaguicidas prevista por la UE para 2030. Llevan a la conclusión de que la producción de alimentos no puede arriesgarse a tales reformas.

Pero muchos otros actores subrayan que la capacidad de producción agrícola y ganadera ya está al límite, y sólo empeora debido a la resistencia a las plagas, la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad. A largo plazo, los pesticidas parecen poner en peligro la seguridad alimentaria, en lugar de garantizarla.

Científicos y ecologistas piden que se eliminen los plaguicidas por completo o al menos en un 80% en los próximos años. La propuesta de Reglamento de la UE no consiste en abolir totalmente los pesticidas, sino en reducir su uso en un 50% para 2030. En dos estudios diferentes (los puedes consultar aquí y aquí), científicos franceses han descubierto que es completamente posible reducir drásticamente la pulverización química de los cultivos sin perder rendimiento.

Además, según explica Dave Goulson, de la británica Universidad de Sussex, "cultivamos tres veces más calorías, aproximadamente, de las que necesitamos para alimentar a todo el planeta. Pero un tercio de esos alimentos se desperdicia, y otro tercio se destina a los animales". Por tanto, no se trata tanto de un problema de cantidad y de cultivos disponibles, como de la cuestión del comportamiento de los consumidores, del precio y de la distribución, Problemas que existen en Europa, pero también en otras regiones del mundo más vulnerables a la escasez de alimentos.

De hecho, la agricultura industrial como tal nunca ha garantizado el acceso a alimentos para todos a nivel mundial. Aunque la producción de los principales cultivos se ha triplicado con creces desde la década de 1960 –en parte gracias a los pesticidas y fertilizantes–, una de cada nueve personas pasó hambre en 2019. Al mismo tiempo, el sobrepeso y la obesidad se han convertido en emergencias de salud pública en muchos países. Casi 40 millones de niños menores de cinco años declararon tener sobrepeso ese mismo año.

5) ¿Cuál es el debate en la política europea sobre el problema de pesticidas?

El 22 de junio de 2022, la Comisión de la UE presentó una esperada propuesta de Reglamento –una norma vinculante– para reducir el uso de plaguicidas en un 50% para 2030. Es conocida como SUR, siglas en inglés de "Sustainable Use of pesticide Regulation" (la denominación en español es Reglamento de uso sostenible de productos fitosanitarios). Sin embargo, es sólo una propuesta, que corre el riesgo de chocar contra un muro de rechazo cuando los 27 Gobiernos estatales y los eurodiputados debatan sobre ella en los próximos meses.

Esta propuesta legal es continuación de una decisión relacionada con los pesticidas, adoptada el pasado 2 de junio y que fue un verdadero logro político: los Gobiernos de la UE acordaron comenzar a registrar e informar públicamente sobre el uso real de plaguicidas en Europa mediante un sistema de estadísticas sobre insumos y producción agrícola (llamado SAIO, por sus siglas en inglés). Hasta ahora, no existe un sistema armonizado para ello, ni la posibilidad de medir realmente si el uso disminuye o aumenta. Ahora, por primera vez en la UE, será obligatorio que los Estados presenten datos sobre el uso de plaguicidas. Pero la propuesta original se ha suavizado. Las estadísticas sólo se publicarán a partir de 2028, no mucho antes de la fecha límite de reducción fijada por la UE para 2030.

El primer intento comunitario de abordar los riesgos e impactos del uso de plaguicidas se remonta a 2009, cuando se aprobó la directiva sobre el uso sostenible de productos fitosanitarios (SUD). No tuvo éxito porque no era vinculante y porque carecía de herramientas para medir el impacto.

La nueva estrategia de la Comisión Europea para hacer más ecológica la agricultura europea (llamada De la granja a la mesa), y las nuevas normas buscan romper el estancamiento. La presentación del Reglamento estaba prevista inicialmente para el pasado 23 de marzo. Pero para entonces, la invasión rusa de Ucrania había cambiado el escenario. Ante el aumento de los precios y la guerra entre dos de los principales proveedores de trigo del mundo, el lobby de la agroindustria pudo replantear la cuestión y presentar el Reglamento como una amenaza para la seguridad alimentaria. Muchos políticos siguieron su ejemplo.

La propia Comisión Europea ha tenido problemas internos para lograr una posición unitaria sobre el objetivo de reducción de pesticidas. El vicepresidente encargado del Pacto Verde, Frans Timmermans, presionó para que se reduzcan considerablemente los plaguicidas. En una entrevista con Investigate Europe, Timmermans calificó los problemas para transportar el grano ucraniano a los mercados como "consideraciones a corto plazo" que no deben utilizarse para cancelar el programa De la granja a la mesa, que busca "la salud y la supervivencia a largo plazo” del sector agrícola.

El comisario de Agricultura, Janusz Wojciechowski, tiene una opinión diferente. Sostiene que, si bien hoy no existe una amenaza para la seguridad alimentaria en Europa, nadie sabe cómo evolucionará la situación, por lo que es importante producir más alimentos ahora.

Al menos 15 Gobiernos de la UE han expresado públicamente su oposición a los objetivos vinculantes de reducción, basándose en diferentes intereses nacionales, los logros anteriores, el riesgo de que se reduzcan los rendimientos agrícolas y el temor a la competencia desleal provocada por las importaciones de países con normas menos estrictas. Si uno de los mayores países agrícolas –Francia, España o Italia– se une a este rechazo, el texto propuesto no sobrevivirá.

6) ¿Creará la guerra en Ucrania un problema de seguridad alimentaria en la UE?

En la UE no, pero es muy probable que la guerra afecte a otras regiones del mundo.

Ya antes de la guerra, los precios internacionales de los alimentos habían alcanzado un máximo histórico. Esto se debía sobre todo a las condiciones del mercado, pero también a los altos precios de la energía, los fertilizantes y otros servicios agrícolas. La invasión rusa de Ucrania no hizo sino agravar una situación ya difícil.

Los dos países se encuentran entre los tres primeros exportadores mundiales de trigo, maíz, colza, semillas de girasol y aceite de girasol. Rusia es también uno de los mayores proveedores de fertilizantes del mundo. Las alteraciones de las cosechas ucranianas, combinadas con la amenaza de restricciones comerciales a los alimentos procedentes de Rusia, podrían tener graves consecuencias para países de África, Oriente Medio y la región de Asia-Pacífico que ya son vulnerables a la inseguridad alimentaria. Casi 50 países de todo el mundo dependen actualmente de Rusia y Ucrania para al menos el 30% de sus importaciones de trigo. Para ocho Estados esta cifra se eleva al 80%, mientras que para Eritrea son el único proveedor. Ningún país de la UE se encuentra en esa lista de países más dependientes del trigo de los dos países en guerra.

7) ¿Qué intereses empresariales están en juego en la batalla por los pesticidas?

Cuatro empresas agroquímicas poseen más de dos tercios del mercado mundial de pesticidas y casi el 60% del mercado de semillas agrícolas: Syngenta (china, de propiedad estatal), Bayer Crop Science (alemana), Corteva (estadounidense) y BASF (alemana). Aliados bajo el nombre de Crop Life, y con el apoyo de la organización europea de agricultores Copa-Cogeca, operan lo que se ha definido como "una máquina de presión casi perfecta". Destinan casi 10 millones de euros al año a sus esfuerzos por bloquear cualquier objetivo vinculante sobre el uso de plaguicidas en Europa, más de lo que gasta la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria para regular los productos fitosanitarios. Entre las tácticas de cabildeo se encuentran las peticiones de "estudios de impacto" destinados a posponer cualquier acción, así como la movilización de apoyos desde Estados Unidos para presionar a la UE, como demuestra una presentación de la estrategia de Crop Life filtrada en las redes sociales en septiembre de 2021.

Cuando se prohíbe un plaguicida, suele haber ya una alternativa en el mercado. En la actualidad, se ha aprobado el uso de 452 sustancias activas de plaguicidas en Europa. La UE presume de tener "las leyes sobre plaguicidas más estrictas del mundo", y 937 sustancias han sido prohibidas, según una base de datos comunitaria.

Sin embargo, el modelo de negocio de la industria podría verse amenazado si la normativa se endurece.

Poco a poco, las cuatro grandes están perdiendo cuota de mercado en favor de China e India, cuyos pesticidas genéricos son cuatro veces más baratos que los productos patentados. La ONG francesa Le Basic estima que la facturación combinada de las cuatro principales multinacionales se redujo en casi 6.000 millones de dólares (unos 5.680 millones de euros al cambio actual) entre 2014 y 2020. 

En definitiva, parece que el objetivo de la industria no es detener las reformas para siempre, sino hasta que haya alternativas que garanticen la supervivencia de sus negocios. La industria y las organizaciones de agricultores abogan por los sistemas robóticos y la agricultura de precisión, soluciones tecnológicas poco controvertidas, pero que conllevan el riesgo de acrecentar en nuevas formas la dependencia económica de los agricultores. Además, la industria promueve las Nuevas Técnicas para los Cultivos, un nuevo concepto para referirse a los organismos genéticamente modificados (OGM), que están ampliamente prohibidos en Europa pero que se utilizan mucho en Estados Unidos y en otros países. Se trata de un asunto repleto de explosivas consideraciones éticas y políticas.

8) ¿Es la agricultura ecológica la solución frente a los pesticidas?

Podría serlo, pero cultivar sin pesticidas es sólo una parte de la historia. Si los agricultores quieren cultivar sus tierras con menos veneno, también tienen que cambiar sus métodos. Por ejemplo, utilizando rotaciones de cultivos más largas, menos fertilizantes minerales o potenciando el control natural de plagas. 

La agricultura ecológica suele implicar un menor rendimiento. Pero la reducción que supone sería sólo una fracción de lo que actualmente se dedica a alimentar el ganado. Sólo la reducción del consumo de carne mitigaría considerablemente el problema de los plaguicidas.

¿Menos producción significa menos beneficios para los agricultores? No necesariamente. Un estudio global realizado durante 40 años sobre 55 cultivos ecológicos en los cinco continentes descubrió que, a pesar de una menor producción, la agricultura ecológica proporcionaba entre un 22 y un 35% más de beneficios que la convencional. ¿La explicación? Los agricultores fueron capaces de captar mercados de alto valor y lograr ratios de coste/beneficio entre un 20% y un 24% superiores a los de la agricultura tradicional.

También hay estudios que apuntan a un camino intermedio. Muestran que los objetivos de reducción de pesticidas propuestos por la Comisión son alcanzables con poca pérdida de productividad y rentabilidad. En 2017, científicos franceses concluyeron un informe sobre más de 900 explotaciones comerciales: "No pudimos detectar ningún conflicto entre el bajo uso de plaguicidas y una alta productividad y rentabilidad en el 77% de las explotaciones" investigadas.

9) ¿Tienen los consumidores europeos algo que decir?

Sí y no. El uso de plaguicidas y sus efectos nocivos para la biodiversidad es un tema que ha movilizado a los consumidores. En dos ocasiones en cuatro años, la sociedad civil ha conseguido recoger más de un millón de firmas de ciudadanos de toda la UE que se han sumado a sus llamamientos para prohibir los pesticidas. 

Un millón de voces verificadas bajo la llamada Iniciativa Ciudadana Europea es lo que se necesita para llevar las demandas a la agenda de la UE. Esto sucedió primero en 2017, con una audiencia en el Parlamento Europeo, gracias a la petición "Prohibir el glifosato" que también exigía "reformar el procedimiento de autorización de los plaguicidas y establecer objetivos vinculantes en toda la UE para la reducción del uso de pesticidas". Hasta ahora no se ha decidido la prohibición del polémico herbicida, pero, sin embargo, la petición tuvo efecto: la Comisión Europea nombró expresamente la iniciativa como motivo para proponer objetivos de reducción jurídicamente vinculantes. La segunda vez fue en 2021, gracias a la campaña "Salvemos a las abejas y a los agricultores", que pedía la prohibición total de los pesticidas. Cuando se hayan validado todas las firmas, el Parlamento Europeo tendrá que organizar de nuevo una audiencia pública sobre las demandas de los ciudadanos, probablemente en otoño de este año.  

La lucha contra los pesticidas continúa también a escala local. Un ejemplo es el referéndum celebrado en Malles Venosta, en el Tirol del Sur (Italia). Los ciudadanos decidieron prohibir el uso de pesticidas en su zona. La decisión fue apelada ante la justicia por diversos agricultores. Un tribunal regional dejó en suspenso la prohibición, pero la última palabra la tiene el más alto tribunal administrativo de Roma.

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