El economista Thomas Piketty defiende que ha surgido "un nuevo conflicto de clases" en el que “no sólo desempeñan un papel importante los ingresos o la clase social, sino también el lugar de residencia". Esta sensación de "desigualdad" está llevando a los votantes de las zonas rurales a juzgar la calidad de las infraestructuras públicas, "cosas como el acceso a universidades y hospitales de vanguardia", en un momento en el que la inversión escasea. "Los votantes de estas regiones se han visto mucho más afectados por la aceleración de la globalización, pero también por la integración europea", concluye.
El malestar rural ha ayudado a los partidos antisistema a captar votantes que se sienten olvidados por los responsables políticos en casa y en Bruselas. Alternativa para Alemania, otro partido euroescéptico y antiinmigración, se perfila como favorito en las elecciones europeas de junio. Ha ganado apoyo en todo el país, pero en ninguna ciudad tanto como en Görlitz, una zona rural próxima a la frontera polaca donde obtuvo el 32,5% de los votos, su mayor porcentaje en las elecciones federales de 2021.
Frank Seibel, un antiguo reportero de prensa que ahora dirige una sinagoga convertida en centro cultural en Görlitz, afirma que el AfD ha aprovechado el descontento local con las autoridades. "Existe la percepción de que hay personas sentadas en Berlín que deciden cuestiones que influyen en mi vida cotidiana y que no tienen ni idea de cómo vivo aquí, ni de lo que es importante para mí. Creo que eso sin duda influye", reflexiona.
El amplio apoyo al AfD es "una mezcla variopinta, en parte protesta, en parte cosas concretas que han frustrado a los ciudadanos a lo largo de las décadas", dice Octavian Ursu, un músico clásico reconvertido en político que lleva casi cinco años como alcalde. Como en todas partes, la burocracia y los problemas de los servicios públicos fueron factores determinantes. Ursu, nacido en Rumanía, cita la autopista inacabada y una línea de ferrocarril sin electrificar como ejemplos de por qué los residentes "no tienen la sensación de que exista realmente la voluntad de finalizar estas conexiones de transporte".
El auge de la extrema derecha se está produciendo en Austria, Bélgica, República Checa, Hungría, Suecia y en casi todo el resto de la la UE. En 2022 tuvo lugar un momento crucial con la elección de Giorgia Meloni como primera dirigente italiana de extrema derecha desde la Segunda Guerra Mundial. Su partido, Hermanos de Italia, consiguió un enorme apoyo, en gran parte gracias a sus radicales propuestas contra la inmigración y al atractivo antisistema de la propia Meloni.
El municipio septentrional de Verona dio casi el 30% de sus votos a Meloni, y en la ciudad de Salizzole la cifra fue de casi el 50%, un máximo nacional. Salizzole, una pequeña ciudad envejecida y construida en torno a un castillo del siglo XII, ha votado a la extrema derecha durante décadas.
En 2022, el apoyo creció por la preocupación con la inmigración y la percepción de declive a largo plazo de la zona. El cierre de sus fábricas de muebles ha dejado una economía que depende en gran medida de la producción de tabaco, arroz y verduras, y cada vez más de los trabajadores inmigrantes.
"Los jóvenes ya no están dispuestos a hacer ciertos trabajos, así que los extranjeros son indispensables... Muchos trabajan duro, otros no trabajan y son mantenidos por el Estado italiano, y esto no es bueno", afirma Filippo Scioni, antiguo concejal de Salizzole.