¿Quién se beneficia?
¿Qué proyectos concretos se financian con el dinero de los contribuyentes? ¿Quién se beneficia económicamente de estos proyectos? Un análisis detallado del Programa Europeo de Desarrollo Industrial en materia de Defensa (EDIDP) y del proyecto Eurodrone nos proporciona bastantes claves.
El EDIDP financió 41 proyectos, en los que participaron un total de 302 empresas de los 27 países de la UE. Esta aparente diversidad fue el resultado de dos criterios establecidos por la Comisión Europea a la hora de decidir a quién entregaba el dinero: potenciar la “cooperación transfronteriza entre empresas, incluidas las pequeñas y medianas” y apoyar los proyectos colaborativos, lo que se tradujo en la exigencia de que al menos participaran tres entidades de tres Estados diferentes.
Pero veamos cómo se aplicaron esos requisitos en la práctica. De los 41 proyectos financiados por el EDIDP, las empresas de Francia participaron en 33, las de España en 32, las de Italia en 25 y las de Alemania en 20. En cambio, hay 17 países cuyas empresas participaron en un máximo de ocho proyectos.
Un panorama similar surge al poner el foco sobre las empresas. De las 302 que recibieron financiación del EDIDP, hay cuatro que dominan el reparto: Thales, Airbus, Leonardo e Indra Sistemas. En diferentes combinaciones y junto a otras compañías aparecen en 23 de los 41 proyectos aprobados, que fueron financiados con 363 millones de euros del total de 480 aportados por la UE. Es decir, el 75% del total de la financiación del EDIDP se destinó a proyectos en los que participó al menos una de estas cuatro empresas (la española Indra está en 13). No existe un desglose por entidades en la mayoría de los casos, de forma que es imposible saber qué cantidad de dinero se embolsará cada compañía.
Además, las normas planteadas por la UE no tienen en cuenta la propiedad transfronteriza de varias pyme por parte de las grandes compañías. Un mismo grupo empresarial puede ser propietario de tres "entidades" en varios Estados diferentes. Y, por otro lado, aunque efectivamente hay muchas pequeñas y medianas empresas implicadas en los proyectos conjuntos, sólo son la punta del iceberg en lo que respecta a la financiación recibida.
Veamos por ejemplo lo que ocurre con el grupo francés Thales. Directamente, participa en 17 de los 41 proyectos. Pero, indirectamente, Thales participa en varios más. Las grandes empresas militares europeas parecen matrioscas, esas muñecas rusas que se esconden unas dentro de otras. Thales también es accionista de la francesa Naval Group y de las italianas Telespazio y Elettronica. Esta última, a su vez, es la accionista mayoritaria de Cy4gate. Todas esas compañías recibieron financiación del programa EDIDP.
Aparentemente, por tanto, existe una gran diversidad entre los beneficiarios del dinero de la UE. Pero, en realidad, son un puñado de empresas de los cuatro grandes Estados las que se quedan con la parte del león.
Investigate Europe se puso en contacto con algunos de los responsables de pequeñas empresas de los consorcios militares financiados por el EDIDP, que accedieron a hablar sólo bajo condición de anonimato y lanzaron fuertes críticas al peso dado a los gigantes del sector. También destacaron el poder de la gran industria militar en un mercado que sólo tiene como clientes a los Estados.
Además, hay que tener en cuenta que los principales Estados de la UE son también importantes accionistas de las grandes empresas del sector: Francia, Alemania y España controlan casi el 26% de Airbus, Francia posee el 25% de Thales, Italia es dueña del 30% de Leonardo y España dispone de más del 18% de Indra Sistemas.
Martin Schmalz es un economista alemán y profesor asociado de Economía en Oxford. Cuando compartimos con él la estructura de estas empresas que dominan el sector militar de la UE, Schmalz mostró su preocupación: "Si se observa la capitalización bursátil de estas empresas, no da la impresión de que vendan sus productos a precio de coste". Y es esta relación de fuerza que mantienen con los Estados, que son a la vez sus propietarios y sus clientes, lo que resulta preocupante para el economista alemán: "Más que el debilitamiento de la competencia, me preocuparía el lobby: si hay intereses privados tan fuertes que apuestan por un mayor gasto en defensa, esto puede distorsionar la política y el debate público".
Una opinión similar tiene Matt Stoller, director de investigación del American Project for Economic Liberties. Stoller ha escrito un libro sobre el poder del monopolio en el siglo XX (Goliath, no hay versión española) y también critica esta concentración en la industria europea de defensa: "En general, cuanto más consolidado está el sector de la defensa, menos innovación tiene y mayor es el precio que exige a los gobiernos. El principal riesgo con el gasto en defensa es la corrupción, ya que el cabildeo cuando hay enormes sumas de dinero en juego tiene una rentabilidad muy alta. Con muchos competidores independientes luchando por el negocio, el riesgo de corrupción se reduce enormemente. Si hay un pequeño club, ya sea por solapamiento de participaciones o por propiedad común, el riesgo aumenta".